El ladrón de libros.
Tranquilamente me voy acercando a ti. Pero es imposible saber cuándo llegaré. La carta de Alba terminaba así. Lucila no sabía cuándo la volvería a ver. Abi tampoco. Novoa, me dijo que el asunto de los nicóticos estaba decayendo un poco. Yo quise advertirle que así llevamos unos años buenos. Todo empezó, o no, con aquellos programas de radio. El ladrón de libros. Clemen me daba la señal, en los mandos técnicos, tras el cristal. Yo respiraba y daba las buenas noches. Una taza de café humeante. Vilas hubiera disfrutado. Clemen recomendaba la última lectura e introducía el programa con aquel tema de jazz que habíamos encontrado en Rayuela. Yo no paraba de tomar café. Un café de cafetera americana. Los programas eran eternos. Los primeros muy guionizados. Parecían de Radio ECCA. Hasta que nos fuimos soltando. La presentación de los nicóticos reales se fue dando poco a poco. Fueron pasando por antena. Desde Galicia, Novoa y Xavi, nos ofrecían el anecdotario de su trabajo en una ONG. Fernan y