Las 11 y 10.

Vamos al neurólogo. Le pregunta por qué está aquí. Mi madre le dice que porque se le está yendo un poco la cabeza. Sabemos que el confiamiento no ha ayudado demasiado. El médico tiene una mascarilla puesta. Sólo le veo los ojos. Me presento como el hijo. Le digo que mi madre siempre ha sido un poco despistada. Que quizás se deja un fuego encendido o que no sabe exactamente el día de la semana qué es. Pero que a mí a veces también me pasa lo mismo. Le enseña varias veces un papel con imágenes de objetos distintos. Tras una serie de preguntas mi madre lo mira con la mascarilla puesta y le dice que se le ha cerrado la mente y que ya no recuerda la última imagen de la parte inferior izquierda. El médico le dice que hay que abrir la mente. Le pregunta si es ella la que se hace la comida. Le pregunta si le pone azúcar al potaje. Mi madre se ríe. Pensando que eso es una locura. Le recomienda dar paseos, seguir con los ejercicios de estimulación cognitiva y evitar estar demasiado tiempo en casa viendo la tele. Sobre todo telecinco y Belén Esteban. Le pide a mi madre que le dibuje un reloj. Mi madre se pone nerviosa. No se le da bien dibujar. Y una circunferencia es complicada. Pero en seguida encuentra la solución. Un lapicero. Le pregunta si puede usarlo para hacer el círculo. El médico se asombra. Es la primera persona que me propone algo así, una mujer cabal, dice en voz alta. Le pide que marque los números y que indique una hora determinada. Las 11 y 10. Yo voy siguiendo los pasos que va haciendo. Me parece una tarea complicada. Se le olvida el 11. Lo pone como puede. Dibuja los palitos. Y tal cual los pone, el reloj dibujado indica las 11 menos 10. Aquí pone las 11 menos diez, le dice el neurólogo. Yo no sé bien lo que ha pasado. Habría dibujado lo mismo. Buscaría el número 11 y buscaría el número 10. Entiendo a mi madre. Varias veces, durante la consulta, mi madre me mira como buscando una confirmación o una censura de las respuestas que da al médico. En general, salimos con algo de alivio de la consulta. El médico le prescribe
 una medicación para la memoria. Una analítica y un escáner. Para tener un seguimiento. Los ejercicios de estimulación cognitiva que ha estado haciendo hasta ahora también son muy importantes. Pienso en la cebolla roja y en cómo Abi me ha dicho que es buena para la memoria y para combatir el covid-19. Yo dejo a mi madre en casa de mi hermano. Hablamos un poco de cómo ha ido la consulta. Y llegamos a la conclusión de que la parte más personal y por momentos destructiva de la personalidad de mi madre, su baja autoestima, es algo que el neurólogo no ha tenido en cuenta. Quizás no haga falta. Ya en mi casa me dispongo a hacerme la comida. Y pienso en las preguntas del neurólogo. Escucho un audio de Abi donde me habla del proyecto de los nicóticos. Yo le mando otro sobre cómo ha sido mi mañana. Ella me contesta, a su vez, con una valoración de amiga sobre los beneficios de que alguien con bata blanca pueda hacer que mi madre se tome en serio ciertas recomendaciones. También me dice que debido al confinamiento, le parece normal que se hayan agravado un poco todos esos síntomas. La falta de una rutina que tenga que ver con el contacto de la realidad, me dice. Yo le escribo que son las 11 y 10, que en breve tendré que ir a trabajar. Y me despido mirando el reloj de la cocina con un asombro extraño. 

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