A contrapié.

Dejar que la realidad te pille a contrapié. Xavier habla de eso. Dice que en un momento dado entendió que el mundo está mal hecho. La mayoría de los pensamientos están para legitimar los sentimientos. Xavier se siente incómodo con las piezas de las que está compuesto. Estudia filosofía para salvar la dicotomía entre el "sí, pero" y el "si, si" de su padre y de su madre.  Cuando hablo de esto con Vilas, tras haber visto el documental sobre Xavier Rubert de Ventós, tengo la sensación de que lo conozco. Aunque lo único que hago es repetir las frases que recuerdo de la entrevista como si me las hubiera dicho personalmente. Por eso, creo, lo llamo Xavier. Vilas ha llegado tarde. Ha tenido unas cuantas sesiones muy curiosas. Puro anecdotario nicótico me dice. Y me empieza a contar, con la promesa de que no escriba sobre ello. Sin embargo, en términos generales, una posible conclusión es que Vilas siempre ha sido medio brujo. Así lo llamaba Alba. Tú eres un brujo que no lo sabe, le decía. A Vilas le cuento lo de Xavier, frente a una cerveza artesanal llamada La Armada. Concretamente la variedad Citra. Él toma una 1906. Me mira, y sé que aunque me está escuchando, también está en otra parte. Esa capacidad que tiene de que le ocurran cosas que ya ha previsto, coincidencias extraordinarias, o que va a recibir noticias de alguien que le piensa (en palabras suyas). Y yo vuelvo con Xavier aquello, Xavier lo otro. Que quise hacer una tesis sobre él. Pero que no hubo forma. Y me doy cuenta de que estoy inventando para intentar captar la atención de Vilas. Pero nada. Aún así, sigo. Que me gusta más escucharlo que leerlo. Que es verdad que cuando quieres atrapar la realidad, reducirla a conceptos, pareces que te pierdes la mitad. Muy cortazariano me parece todo, ¿verdad? Pero Vilas está simplemente esperando, encontrando la oportunidad. Recorre el local con la mirada. Y me río pensando en que a Xavier no le gusta escribir porque precisamente al escribir se pierde lo que ocurre ahí afuera. La avaricia sensorial que diría Abi. Si nos viera ahora, a Vilas y a mí, intentando una comunicación, intentando atrapar el uno al otro con las palabras o los silencios. Xavier habla de que odia eso, le repito, porque se pierde estar ahí fuera, viviendo. Los olores, los colores. El viento en las hojas, por ejemplo, sigo inventando yo. O la simple observación de alguien hermoso. Esa afectación de la belleza de la que tantas veces hemos hablado. Y que muchas veces se queda en sólo eso. Una sensación profunda de una visión superficial y estética. También inconsciente. Y cuántas veces no ha pasado que al acercarse ese objeto estético y hablarle y escucharlo, todo se disipa. O lo contrario. Que empieces a sentirte afectado por las palabras de dicho objeto, que se convierte en sujeto pensante. Que ese sujeto por esas palabras que dice se convierte a su vez en un objeto estético nuevo. Aunque habríamos de dejar esta disquisición proustiana. Recordar que la dicotomía sujeto/objeto de la revolución científica y de la razón instrumental ha hecho destrozos en nuestro mundo y en el mundo que no es nuestro. Que a nivel psicológico, ético, ecológico, la pandemia no ha sido sino una muestra más de la inercia en la que estamos. Y hablo de Yayo Herrero que tanto le gusta a Vilas.Y que dichas ideas o razonamientos, pasadizos de inteligencia o personalidad te conducen al descubrimiento de otro tipo de belleza. Depende del foco, me diría Vilas. Pero el Vilas de ahora, mirándome de otra forma, me toca el hombro. Parece haber vuelto de un largo viaje. Quizás de aquellos viajes por Latinoamerica o Asia que siempre me cuenta. No he terminado de contarte, me dice, muy enigmático. Igualito que un brujo, pienso yo. A contrapié, que diría Xavier. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El puñetero pez plátano.

¿Qué arte?

Ideas.