Pelada.

Sigo con la novela de Gaddis. Trata sobre un falsificador. Un pintor que es incapaz de ser original. Y ahí empieza el problema. Si la copia es buena, qué la hace menos valiosa que el original. ¿Cómo podemos tasar el arte? ¿Cómo se puede tasar la vida? ¿No somos acasos copias de nosotros mismos todo el tiempo? Mi vecino está taladrando la pared. No sé si intenta espiarme. Pero el ruido es insoportable. Sin embargo adoro a mi vecino. Posiblemente esté haciendo agujeros para colgar algún cuadro. Quizás alguna reproducción. Y es que en la era de la reproducción, aquello que Walter Benjamin llamaba Aura se ha ido perdiendo. Esta mañana he ido a Pelada con Tina. Hablamos muy poco durante el viaje. Me rogó que parara en la gasolinera. Necesitaba un café. Y yo nunca me niego a eso. Ahí, sentados en las mesas de la terraza de la cafetería, con un Médano casi sin viento y bajo un cielo despejado, hablamos de la infancia. De las galletas Himalaya, de la Nocilla, de la Mirinda, de las copas Danone. Del Nesquit. De los donuts, del merenge. De toda esa azúcar gratuita que en nuestra niñez no parecía estar tan demonizada como ahora. Cuando llegamos a Pelada, hay una fila de coches aparcados. Es sábado postconfinamiento y se nota. El camino que lleva a la playa lleno de arena, piedras y hierbas, me hace recordar a mi madre. Hace un par de años estuve con ella ahí. Y en un despiste mío, mientras ella se bañaba, perdió el equilibrio. Afortunadamente estaba en la orilla y no pasó nada. Pero son esas señales que te avisan que has de estar un poco más atento. Últimamente paso mucho tiempo con ella. Tras el confinamiento nos hemos sensibilizado más con el cuidado del otro. En algunas cosas nos parecemos mucho. Podemos pasarnos una hora en una terraza frente a un café sin decir a penas nada. Y sentir que estamos pasando un gran momento. Ya en Pelada, veo que Tina espera muy poco para darse un baño. Yo me pongo el bañador. Y abro la novela de Gaddis. Una novela antiplaya, sobre todo por su peso. En Los reconocimientos hay una parte en la que se dice cómo funciona la parte frontal de nuestro cerebro. Percibimos a través del reconocimiento de las impresiones que recibe una mitad de esa parte frontal. Reconocemos un original que ya es una copia. Así, los recuerdos o la propia escritura es una manera de fijar esos reconocimientos. Tantas veces que habré ido a Pelada y en ciertos tramos recuerdo y reconozco en ese recuerdo mi parte original que ya es una copia. Mi madre en la orilla, mi madre tras mis pasos de camino a la playa, o de vuelta. 

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