El día de Barthes.

Fui a entrenar como siempre. Y me entró el pánico. Supe que iba a venir su sobrino. Un niño de un año y medio al que adoraba. Iba a ser una reunión familiar. Y aunque habíamos estado durante los últimos tres meses viéndonos prácticamente todos los días, aquello me parecía excesivo. Me lo acaban de decir, me dijo. No puedo creer que vayas a irte, me dijo. Yo lo intenté suavizar abrazándola. Pero me rehuyó. Era su enfado. Y, en parte, lo entiendo. Entrenamos durante el confinamiento del covid en su casa. Yo cruzaba la carretera que separaba nuestras casas. O íbamos a tomar café o simplemente a estar. Un día llevé un taladro de mi casa, le ayudé a poner unas repisas. Parecíamos una pareja. Pero nunca nos acostamos. Quizás ya éramos familia. Quizás por eso me entró el pánico. Vertiginoso todo. En estos momentos, no sé bien cómo gestionar algunas cosas. Pero he vuelto a escribir. He recordado la historia de los Nicóticos. Unos amigos que se reunían para despotricar sobre todo. Para callar sobre todo. Recuerdo un día en en el que uno de ellos (no sé si era Abi) me trajo el libro de Barthes, El grado cero de la escritura. Yo le contesté que todo aquello me parecía demasiado cortazariano, El club de la serpiente, etc. Pero había que verla a Abi. Su entusiasmo era interno, con una timidez antigua, mostraba en ciertos momentos una seguridad aplastante. Así fue el dia de Barthes. Tina, no es para nada así. Entra en drama por cualquier cosa. Me espera una reprimenda por mi huida de antes. El día de Barthes, supe que la escritura era un signo. Que su ejercicio o elaboración hablaba de una burguesía decadente. De una conciencia rasgada. Que la muerte del autor significaba el nacimiento del lector. De pronto supe que quería tener conciencia de todo aquello en mi propia escritura y me di cuenta de que aún estaba con los experimentos modernistas. No sé, sinceramente, qué vendrá luego. A veces, veo a Tina como una hermana. Otras veces como a una buena amiga. A veces fantaseo con la posibilidad de que sea algo más. El pánico que me entró me hizo recordar  todos aquellos momentos en los que me inventaba cualquier cosa para evitar los contextos sociales inesperados, con gente desconocida. Hay un libro que habla sobre los tipos de apegos. El ansioso, el evitativo y el afectivo. Yo, como supongo le pasará a la mayoría, deambulo por todos. Quizás sobresalgo en el evitativo. Pero al decírselo a Tina, se negó en redondo a aceptar que yo me pudiera definir así. No sé qué pensará ahora que me he ido de su casa para evitar conocer a su hermano, su pareja y su niño. Cuando estoy con ella, a veces pienso que echa de menos a su hermano y que intenta suplir su ausencia con mi compañía. Siempre he huido de las definiciones psicoanalíticas. No sé si este tipo de escritura es de grado cero o de grado uno. El día de Barthes, podría haber sido el día de una celebración inconsciente de mis deseos de ser un escritor rasgado por la condición decadente y burguesa. O puede que todo sea una patraña y simplemente lamente haber salido de casa de Tina de esta forma. Al salir me puse la mascarilla obligatoria. Empecé a sentir que no podía respirar.

Chico Talens. Crónicas nicóticas. 

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