La enjundia.

¿Cuál es el sentido del juego? Hemos pensado en volver con las cuestiones nicóticas. Por cada canasta que mete, Abi me hace una pregunta nicótica. Por ejemplo: ¿cuál es el peso de los años 80? ¿De los años de la música que escuchábamos de niños? Estamos hechizados con el naufragio, según dice Castro Flórez. Y le robo el balón, pero se me escapa. Estamos en el final del viaje civilizatorio, me replica Abi. También ha visto la misma conferencia que yo. Durante el confinamiento nos nutrimos de una buena dosis de conferencias por YouTube, sobre los temas filosóficos más diversos. Castro Flórez habla del artista cubano Cacho. Y su obra sobre los balseros. Y ahí exprime la idea del naufragio. Es evidente que no son comparables nuestras disquisiciones metafísicas y estéticas con la desesperación de la gente que se hace a la mar con un neumático de camión. La barriga vacía no sabe de ideologías. Aunque quizás eso sea ya una ideología. Abi va de una punta a otra de la cancha. Al principio con reticencia. Llevaba años sin jugar. Pero ahora se la ve entusiasmada, intentando controlar el balón. Y mirar al aro, mientras se acerca. Cruzar el balón bajo una pierna primero y tras la espalda después. Ensayar el gancho o la bandeja a tres pasos de la base del aro. Luego, se le va el balón y yo lo intento recuperar. Tenemos la cancha para nosotros solos. Son las siete y poco de la tarde. Es verano. Postconfinamiento. Y siento que naufragamos, al intentar flotar con el balón en el aire. Es una sensación placentera. Sudo. Veo que Abi también. Me mira y sonríe, cómplice. Nuestras disquisiciones nicóticas se silencian con el cuerpo. Con el juego. Y Abi recupera el paso y me quita el balón. Piensa cómo enfrentarse y haciendo una finta, se queda sola a pocos pasos de la canasta, se detiene, enfoca y lanza. Yo sigo pensando en la pulsión nicótica de mi vida. Como aquel personaje de Sartre. Que le repugna la raíz de un árbol o algo así. Algo que le recuerda su existencia. Y lo pegajoso y viscoso. Nos llega una trabajadora municipal con mascarilla y un móvil en la mano, pidiéndonos los nombres. Una manera de controlar el aforo en la Fase 3 que ya termina mañana. Igual que Alba Rico me dice Abi. Lo de pegajoso, dice. En aquel libro sobre los cuerpos que tiene. Abi se aleja con el balón. Yo le pregunto a la trabajadora si la cancha se llena mucho. Es bastante amable. La gente se queja de que lo usan como parque de perros. Seguimos jugando. Hemos de volver al cuerpo. Intento saltar para recuperar el balón y me resbalo. Sentado en el suelo, descubro que el tenis de mi pie izquierdo está roto por la punta. Es una simple brecha. Hace como tres años que me los compré. Grises con la marca del logo en un naranja fluorescente. La luz de la tarde va bañando la cancha. Es la luz oblicua de la que siempre habla mi hermano. Y le digo a Abi que son los nombres de las cosas los que hacen que las cosas sean. Otra vez Alba Rico. La enjundia, me dice Abi. 

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