Un dios matemático

El día que supe que Oba se había leído la obra de Taylor para impresionar a los nicóticos, me empezó a caer bien. Un embaucador torpe. Supe por Abi que en realidad no le gustaba leer. Oba era informático. Y daba clases en un instituto. Ahí fue donde conoció a Abi. En aquella época, ella era la jefa de estudios. Algo que según me dijo, no volvería a aceptar. Aunque le quitaba horas lectivas y le subía el sueldo unos 200 euros, no le compensaba. Casi todos los días tenía unos problemas enormes con un adolescente que le sacaba dos cabezas. Aunque Abi se hizo respetar y anulaba los ataques misóginos del adolescente, Oba se quiso meter quizás con el fin de tener una excusa de acercamiento a Abi. El joven en cuestión le partió la nariz al profesor de informática. El alumno fue expulsado. Abi, en un principio, se enfadó muchísimo con Oba. Aunque finalmente, ya tenían algo de lo que hablar. El vitalismo y la alegría de Oba, terminaron por encandilar a Abi. Antes de que supiera lo de Oba y su estrategia para ser aceptado por los nicóticos, Vilas y él empezaron a quedar prácticamente todos los días. Desde que Oba supo que Vilas era psicólogo, no pudo dejar de escuchar sus historias. Vilas, se tocaba la barba y empezaba a comentar, sin dar ningún dato personal, con los casos más importantes y curiosos. Siempre lo hacía con un gintonic en la mano. Una noche nos habló del estudiante de Filosofía obsesionado con Buenaventura. El primer día de terapia, le contó que había descubierto un método matemático que demostraba la existencia de un dios argentino, llamado Jorge. 
Otro día, llegó diciendo que tenía la capacidad de duplicarse y por lo tanto de hacerse invisible. Nada que ver con la magia. Más bien con la probabilidad matemática. A Oba, todo aquello le parecía fantástico. No estaba contento con su trabajo y andaba buscando una respuesta. Un par de semanas después de lo de Taylor, Abi me contó la estrategia de Oba. Imaginé que el propio Oba podría ser uno de los casos pintorescos de Vilas, sin tanto delirio como aquel estudiante de Filosofía, capaz de doblarse a sí mismo y por lo tanto de esconderse. Y luego supe que Vilas se había inventado lo de su paciente para encandilar a Oba. O para burlarse. Recordé aquella foto de hace 4 años de mi perfil del Face de la que una chica a la que conocí por Tinder me dijo que era lo más deprimente que había visto. Yo quise contarle que era una crítica al propio Facebook pero no hubo forma y dejó de escribirme. Si lo de la chica de Tinder me hubiera pasado después de conocer la historia inventada de Vilas, le habría hablado también del dios matemático. Por joder, más que nada. 

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