El otro.

 Al otro siempre le pasan cosas. Yo lo acompaño, tomando apuntes. Siempre me justifico diciéndome que es material narrativo para la novela que nunca terminaré. Por las mañanas, el otro tarda en arrancar. Carga la cafetera, pone la playlist Cuorentena que creó durante el confinamiento. Coloca el móvil en la repisa. Y empieza a escuchar alguna canción como, por ejemplo, Moments like these o Range life. Siempre se olvida de cargar el pequeño altavoz que funciona con Bluetooth. El sonido metálico, sin matices, surge de ese pequeño ordenador que es el móvil de marca Huawei. Mientras espera a que salga el café, el otro va revisando su correo, sus redes sociales. De manera automática, vuelve a dejar el móvil en la repisa. Se acerca al baño. Hace sus cosas. Yo podría tomar nota también de esto. Pero me reprimo. El otro sale como mejorado del cuarto de baño. Sospecho que ya empieza a sentirse con la energía suficiente para empezar el día. El sonido de la cafetera revela que el café ya está más que listo. Con su taza pequeña de color azul cristalizado, el otro se sienta en la butaca que muchos años antes le arregló su padre. El día de ayer ha sido extraño para el otro. Se cumplían tres años del fallecimiento de su padre. Sobre este tema el otro no se pronuncia mucho. Soy yo el que inventa. Sospecho que él lo sabe. Pero no se da por enterado. Cuando le preguntan sobre el tema, guarda un silencio raro. Yo anoto lo siguiente: el otro no sabe bien por qué la muerte de su padre ha de ser una efeméride, una especie de nacimiento invertido. Se lo intento enseñar para que sepa qué contestar cuando le pregunten. Ni me mira. Yo, de todas formas, sigo tomando apuntes. Creo que me ignora adrede. Igual me pasa cuando le muestro alguna foto en la que aparece él haciendo a su vez, otra foto. ¿Te das cuenta del juego que da eso? le pregunto con entusiasmo. Ni se inmuta. Sin embargo, sigo anotando que no hay un día en que no se acuerde de su padre. Una frase hecha. Lo admito. No sé muy bien qué piensa realmente el otro en estos momentos. Quizás su padre fallecido es otro distinto a su padre vivo. Quizás el recuerdo de su padre es ese otro que lo recuerda a él, igualito que yo en estos momentos, aunque quizás yo invente el recuerdo. Siempre he preferido inventar. El otro, mira fijo por la ventana de la cocina. Hay un barranco poblado de vegetación. Los edificios de enfrente están lejos. Contempla el cielo de nubes altas. Empieza a canturrear la canción de Wilco, Impossible Germany que está sonando ahora. Mira su reflejo en la ventana. Estoy pensando en ti, dice. Supongo entonces que el otro piensa en mí. O quizás en su padre. Dejo de tomar notas. El otro termina el café. Toma el móvil. Empieza a escribir algo sobre que al otro siempre le ocurren cosas. Yo le sonrío. Ni caso, pienso. 



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