Captured Light.

 Vamos dando tumbos. Pido un café y me quedo solo. Luisa me ha vuelto a vender las virtudes de la docencia. Miro el face, la gente se queja porque los niños negros de África se meten en piscinas del Sur de la isla. Pienso en el currículum de Prácticas comunicativas. ¿Pensamiento emocional o inteligencia emocional? Recibo un WhatsApp de mi nuevo compañero de batalla. Gracias mil por el texto de Byung Chul Han. Un surcoreano muy de moda. Y yo pensando en las virtudes de la biblioteca de Bellas artes. En la tranquila virtud. Hoy he pagado el alquiler y tengo bastante poco para llegar a final de mes. La prueba de fuego será ver a los niños. Asustados y no. Revoltosos y no. En Netflix hay una serie llamada Rita sobre la docencia. No creo que me sirva. Pero escucho Captured Light de The Amazing. Llega Luisa con una alfombra de fibra. Redonda. Adivina ¿cuánto? Seis euros, le digo. Ni me escucha. Pago el café y nos golpea un calor de lunes festivo que simula un domingo de calima. El tiempo sahariano. Luisa me deja en casa. Hace mucho calor. Hablo con mi madre por teléfono. Quedamos en que voy a comer a su casa. Antes, paso por la peluquería. A pesar de ser fiesta, está abierta. La puerta está cerrada pero tiene un cartel donde pone abierto. Cuando me acerco para comprobar si hay alguien dentro veo tras el cristal que me invitan a entrar. Tengo un chico por delante de mí. Espero y voy pensando en la semana que me espera. Dentro se está dando una conversación sobre los tipos de cera para el pelo. El propio peluquero defiende una marca. Confiesa que está pensando en comercializar su propia marca. Mientras espero a sentarme en la butaca, voy escuchando la canción de The Amazing de nuevo. En pocos días ocurrirá lo que he ido posponiendo durante casi dos décadas. Enfrentarme a un grupo de adolescentes. Y ahí es donde me equivoco, pienso. Me digo, en voz muy baja, mientras me aislo de la conversación sobre las distintas ceras para el pelo. No debo enfrentarme. Salir de la zona de confort. Poder vivir más holgado. Con más vacaciones. No tener que pedir dinero a mis hermanos, si quiero comprarle una nevera a mi madre. Ser profesor por un tiempo. Atrapar alguna luz, como dice la canción. Y si no funciona, intentar otra cosa. Asumir que los alumnos que tengo buscan una respuesta como yo. O no buscan nada. Están atrapados. O se sienten así. Tanto los que hacen las tareas y repiten como los que tienen crisis de ansiedad, o los que van porque en sus casas no pueden estar. Y tienen un nivel de concentración focalizado en la primera cosa que piensan. Y se miran entre ellos. Se bajan las mascarillas. Se ofrecen muecas. Quizás una imitacion de un cunnilingüis imaginario. Me imagino ayudando a la chica de 16 años que se lamenta por haber repetido. Me veo como ella a su edad. Con su crisis de ansiedad. Y los demás alimentando dicha crisis. Y yo dando un manotazo en la mesa. Me imagino dejando el trabajo a las pocas horas. Porque tengo posibilidad de volver a mi zona de confort. Me imagino que a los pocos días, escribiré algo como esto. Y me lamentaré de haber elegido el confort. Pero la canción del grupo sueco seguirá sonando. Y me vendrá a la mente, la discusión de Luisa sobre mi supuesta obsesión por Claudia. Será una cadena lógica de acontecimientos. Aunque no sepa encontrarle la lógica. Y sin saber muy bien cómo, me veo, por fin en la butaca, mirando al espejo. Y observo la navaja de barbero que llega por detrás de mí. Espero que sea una muerte rápida. Un arcoiris sin gravedad. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

El puñetero pez plátano.

Ideas.

Bla, bla, bla.