Cualidades.

Suelo ir temprano al baño. Sentarme en el váter y evacuar de una sola vez por el resto del día. Con una gran sensación de vacío placentero. No uso papel higiénico. Me parece antihigiénico. Uso el bidet. Fantástico invento, he pensado siempre. Pero hoy me falta papaya que suele ayudarme bastante. De momento sigo con mi rutina de tomar café. A la espera. Esperanzado. De la fruta que suelo tener me queda sólo una manzana. Aunque creo que estriñe. Aún así me la estoy comiendo. Ayer vi Encuentros en la tercera fase en Filmin. No tengo una buena conexión de Internet y se ralentiza. Recuerdo ver esa peli de niño, por la tele. Ahora la veo de otra forma. Me fijo en cómo está contada. Le pongo mucha cabeza. Interpreto la caracterización de algunos personajes, de otras nacionalidades que no sean la estadounidense, como algo caricaturesca. Por la posición de la cámara, la lente, la fotografía y la tendencia a un ligero contrapicado, me inclino a pensar que la historia se quiere detener en una épica de lo terrestre frente a una visión más idealista e inquietante, por momentos, de lo extraterrestre. Terminando en una visión amable de estos seres. Y pienso en muchos terrestres que me parecen extraterrestres. En el infantilismo inteligente de Spielberg. En la aparición de Truffaut haciendo de científico francés. Recuerdo un artículo suyo elogiando a Spielberg. También creo caer en las referencias que hace a otros ditectores. Se me ocurren Hitchcock, Kubrick, Lean,  Welles, Capra, Jewison. En el uso de la cámara como un narrador que indica dónde tenemos que fijarnos. En la elaboración de ciertas escenas como pertenecientes a géneros distintos. Sigo prefiriendo cierta psicologización de los protagonistas. La peli se me muestra como un frankenstein de partes y géneros distintos. La mini historia de amor entre los dos afectados por el avistamiento de las naves; el terror de la escena de la abducción del niño o la épica de la parte de los científicos. Me imagino qué habría salido si la historia se hubiera contado con menos presupuesto, cámara en mano y un guión menos explícito. O si se hubiese hecho en estos días. La comparo, mentalmente, con La llegada. Veo las diferencias. La última con un tratamiento más psicológico de los personajes. Un escenario humano más oscuro. Lo seres de otro mundo son también benévolos. De hecho nos ayudan. Y se comunican no con la música sino con la semántica. Una semántica que ofrece el futuro del sujeto que lo descifra. Y ese es su legado. El conocimiento de lo que vendrá. No puedo evitar darme cuenta de que sería otra peli, ni peor ni mejor, y que mi tendencia a aplicar ese filtro de psicologización naturalista también surge de una cualidad estética y social y de un momento en el que estamos donde el documental, el verismo, la desnudez en las formas y la apuesta por una profundidad de los conflictos internos de los personajes, nos puede llegar a interesar más como espectadores. Y que en ocasiones podemos estar saturados del efecto especial (muy especial que diría Abi) o del puro entretenimiento. Aunque también nos saturamos de lo otro, de lo culto o lo pedante de ese cine mal llamado de autor. Me viene a la cabeza aquella conversación con Vilas en la que hablábamos de la gente que sólo quiere evadirse viendo una serie infinita. Quedarse en encefalograma plano. Como una cualidad. Una huida del tiempo y del cuerpo (otra vez Alba Rico). Tocando los temas más sesudos o no. Y con un efecto de amnesia y de poca asimilación de lo que se consume. Y que normalmente hay otros productos culturales que requieren una participación más activa en el receptor. ¿Importan los temas o cómo están contados? ¿Importará para que me desvele o me duerma que lo que vea me exija un esfuerzo cognitivo? Supongo que cuanto más variada sea la oferta cultural mucho mejor. Y nos llegarán las cualidades como vitaminas o venenos. Las cualidades como características beneficiosas o perjudiciales para la salud física y mental que tienen un efecto más o menos evidente en nuestro comportamiento intelectual, intestinal o psicológico tras consumir lo que consumimos, libros, pelis, canciones o papayas, con una lógica capitalista. Y darnos cuenta de que somos consumidos cuando consumimos. O cuando intentamos resistirnos con nuestra cognición de espectador sesudo. Mientras veía la peli, he bebido un par de cervezas, he comido una piadina, y picado aceitunas y papas de paquete. O me han comido y bebido a mí. Ya no me valen las notas mentales que me inhibían de los excesos. He de volver a hacer deporte y a comer mejor, me digo sin demasiada convicción. Me falta la papaya. Me siento  en una silla de plástico blanco, frente a la nueva estantería que también es blanca, aunque metálica. Veo los libros. Las cualidades que van superponiéndose a las historias que vemos o leemos. Y al propio material del que están hecho. Y sus colores y olores. Mientras escribo en el móvil, escucho a The Jam. Ayer escuché un homenaje a Paul Weller. El del programa de radio lo considera el padre del Mod. Y pienso que hay algunos anteriores y no sólo me refiero a The Who. Recuerdo al amigo de mi compañera de trabajo que era un erudito del tema. ¿Qué pensaría él de esta afirmación?, me pregunto. Aunque en Wikipedia acabo de comprobar que lo apodan el Modfather. Otra etiqueta. Otra cualidad. Pienso en las cualidades que observamos cuando consumismos cultura. Y me doy cuenta de que la idea de consumo ya es de por sí una cualidad. Creo que la manzana no ha ayudado nada. Todo lo contrario. Saldré a por papaya. ¡Cuántas cualidades! 

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