Todo.

Todo empezó con Dylan LeBlanc. Luego siguió un tema de Wilco. Era la playlist Cuorentena que Oba les había compartido. Estaban casi terminando la botella de vino blanco seco de Viña Frontera. Chico se levantó e hizo una pequeña torre con los platos y los cubiertos para fregarlos. Abi recordó la idea de la novela. Hacer una separación por bloques temáticos. Hablar de los recuerdos y novelarlos. Novelar la propia novela. El encuentro de Chico y Abi estaba dando para mucho. Un par de blogs y un proyecto de novela. Los bloques temáticos eran una última aportación de aquella cena. Queso herreño, ibérico, y un revuelto de verduras. Por temas podríamos empezar a tener una guía, había dicho Abi. Manipuló su móvil y cambió la canción. Quitó la playlist de Oba y puso en su lugar una canción francesa. Chico, fue colocando los platos mojados en el escurridor. Movió la cabeza hacia el pequeño altavoz, conectado por Bluetooth al móvil de Abi, y desaprobó con un gesto imperceptible el cambio musical. Pero no dijo nada. Recordó el día que habían pasado en el charco azul. Unos 4 kilómetros de paseo. Para llegar a un lugar donde no paraba de pasar gente con escarpines. Chico se sentó a un lado de las escaleras. Abi estaba ansiosa por darse un baño. Chico sacó su móvil y se puso a hacer fotos. Los bloques temáticos pueden servir de guía, pero estaría bien saber cuál es la estructura de cada parte y por dónde queremos seguir, decía Chico. Abi lo escuchaba mirando al reloj de la cocina Smeg. Una cocina nueva. Que había salido demasiado cara como para recordarlo. Había sido el capricho de Flavio, el dueño de la casa. Una casa rural, ubicada en El Hierro. En las medianías. Flavio era un antiguo compañero de las clases de universidad que le había ofrecido la casa unos días. Cuando Chico recurría a esos términos (estructura, etc.) a Abi le parecía que estuviera inmersa en un proyecto de ingeniería. Ella prefería determinar el tono. Chico se levantaba con los platos. Abi notaba el efecto del vino. La hora del reloj parpadeaba en un amarillo suave. Quizás fueran casi las 00. Habían acordado que aquellos días en casa de Flavio supondrían la oportunidad para concretar las directrices de la novela. Que en el fondo era lo que más les gustaba del asunto. Hablar sobre algo sin llegar a hacerlo del todo. Todo lo que daba para poder explicar el previo. Y Abi tomó la palabra. Habló sobre la posibilidad de que el profesor quería defender la existencia de los nicóticos, porque fue testigo de sus reuniones clandestinas cuando era niño. Y que si en parte se hizo profesor de Literatura, fue precisamente por eso. Que su tesis, La fenomenología de los nicóticos, no era una invención filosófica suya, como muchos de sus colegas pensaron, si no que en realidad estaba más que inspirada en su recuerdo y en lo que su madre le contaba. Y en los pocos textos a los que pudo tener acceso. Chico aprovechó la pausa para hablar del asunto de los premios. Y poder intercalarlo de alguna manera. Abi, sin mirarlo, levantó la mano derecha como si estuviera recibiendo parte de un mensaje cifrado. Y dijo que el profesor había participado como miembro del jurado de un famoso concurso local de poesía y que de los textos descartados, que fueron tras su muerte publicados por su hija Alba bajo nombres falsos, atribuyéndolos a los nicóticos aquellos, con el fin de resarcir el nombre de su padre, se encontraba un texto de Clemen. Y que al descubrirlo este, se iniciaba una especie de investigación paranoica propia de un detective en paro, con el fin de destapar la trama de Alba. Eso era todo lo que nos hacía falta, dijo Chico.  La playlist Cuorentena seguía su curso. Todo, pensó Abi. Novelar la novela era lo que me había pedido Abi. Pensé que sería interesante hacerlo en tercera persona. La casa de Flavio nos sirvió para asentar la trama de Alba. 

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