Sífilis.

Por las mañanas. Recibo audios. El viento. La luz indefinida. La temperatura que va subiendo. Un café muy corto. Intenso. Blog. Pregunto. Me pregunto. No sé si genero alguna trama cuando escribo. O es la misma trama. Alba es un Macguffin. Su historia. La búsqueda de sus dos madres. La fenomenología de los nicóticos de su padre Julio, luego Sue. El misterio de su madre biológica. Una mujer sin nombre. Y Cortázar o Fresán. O los comienzos de novela. O los tiempos en los que leía novelas. El reto de leer a Gaddis. La experiencia de lector. Mi cambio de trabajo. La maldita historia del COVID-19. Los temores. Las causas indefinidas. Y vuelvo con las listas y las enumeraciones. El logo de nicotics. Quedo con Tina. Por las mañanas vamos hablando de cualquier cosa. Y yo con la novela en la cabeza. Una historia sobre alguien a quien no le ocurre gran cosa. Un libro de ausencias. O de aciertos. Me siento por fin a tomar café. Y empiezo a teclear estas palabras. Reviso el Facebook. Encuentro un artículo sobre Lee Remick. Y la película que hizo con Jack Lemon. Y pienso en las historias deprimentes. Que he visto más de las que me gustaría. Que no volvería a ver. Que hay autores o autoras (género neutro próximo) que se deleitan haciendo sufrir a sus personajes principales. Tina me cuenta de sus avances en el trabajo. De sus planes de viaje. Me despido de Tina. Pido otro café. Un poco más corto esta vez. Y frente a mí hay tres personas en una mesa. Dos mujeres adultas y una menor. La menor debe tener 16 o 17 años. Por lo que logro escuchar, las mujeres adultas son trabajadoras sociales. Ella cuenta que sólo va aguantar su propia mierda. Que ya ha aguantado demasiado. Pero que ella puede con lo que sea. Utiliza expresiones como "me suda la polla" o "hasta los cojones". Critica la labor de los psicólogos. Se quiere ir de la casa de su abuela. Va a trabajar durante tres meses en una pizzería. A ahorrar para ir a compartir piso. Las mujeres adultas le advierten lo que puede ocurrir, las dificultades con las que se va a encontrar. Escuchar esto, tristemente, me hace volver al mundo. ¿Libro de Manuel o Rayuela? ¿Escribir sobre lo social, lo político o sobre la nada metafísica y narcisista? La menor habla de la sífilis. La abuela la compara con su madre. Tu madre era una puta, le dice. Yo no soy mi madre, dice la menor que le dice a su abuela. Yo aguanto ya lo que sea, dice. La menor habla con la mirada perdida. Viene con un discurso repetido. Fragmentos de un relato muchas veces contado. Muestra dudas. Ha aprendido a dudar. Y a usarlo. Yo me sitúo en frente, con gafas de sol y el móvil en la mano. Mi ejercicio de escritura está acogiendo una situación real. Pero no sé si es real al escribirlo. La sífilis es un tema recurrente. Me imagino que las trabajadoras sociales están hasta cierto punto contentas de tener este encuentro con la joven. Quizás se haya escapado de la casa de la abuela o del centro de menores. Quizás haya pasado a centros de menores con medidas judiciales. Y ahora ya estoy especulando. Él escucha algo y luego inventa más de la mitad, recuerdo que dijo sobre mí Miguel F. La joven se ríe. No sé si ella se pondría una camiseta con el logo nicotics. Lo pongo sin género para ampliar el mercado. Tengo una mente capitalista. O casi. Quizás una parodia. La joven sigue contando anécdotas. Tiene una actitud desafiante. Parece haber vivido veinte años más. Pero quizás todo sea miedo. Y pienso en los ready-made de Duchamp. Lo de juntar cosas que en principio no tienen un sentido artístico. O el hecho de descontextualizar un objeto cotidiano y convertirlo en arte. No sé si sería algo parecido a esto. Descontextualizar la situación de enfrente con un logo. Un ready-made. Que se contagie. Como la sífilis. 

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